EL ESTUDIO DE HOLLYWOOD QUE ALBERGÒ EL SECRETO ATÒMICO:

El músico y actor Jared Leto adquirió hace unos meses un antiguo estudio de Hollywood. En el precio que pedía la inmobiliaria (5 millones de dólares por 15.000 m2) estaba incluido, además de las 22 habitaciones y los 12 cuartos de baño, un misterio atómico. El conocido como Lookout Mountain Studio funcionó entre 1945 y 1963 como laboratorio nuclear en la carrera armamentística contra los soviéticos. Una plantilla de 250 productores, directores y cámaras se encargaba de filmar las detonaciones que un equipo de militares y científicos llevaba a cabo en el desierto de Nevada o en los atolones del Pacífico para calibrar la capacidad destructiva de las bombas.
En las instalaciones del estudio, protegido por un muro de un metro de espesor, revelaban el celuloide y montaban las sobrecogedorasimágenes de los "hongos" atómicos. Pocos se acuerdan ya de aquellos cineastas fantasma que obedecían el delirante guión de la Guerra Fría y cuyas películas no conocieron jamás un éxito de taquilla. Muchos murieron a las pocas semanas por el efecto de laradiación y sus trabajos, algunos de los cuales no llegaron a proyectarse nunca, fueron clasificados por el Departamento de Defensa y la Comisión de Energía Atómica de EEUU como alto secreto de estado.
El especialista en efectos especiales y ganador de un Oscar Peter Kuran (Nueva Jersey, 1956) ha conseguido recuperar buena parte de las fotografías que corroboran la existencia de dichas filmaciones en un libro que sirve de crónica del horror. How to Photograph an Atomic Bomb [Cómo fotografiar una bomba atómica] (AtomCentral, vce.com) sigue la pista al equipo de profesionales que dio cobertura a las 6.500 películas producidas sobre detonaciones atómicas, según datos oficiales del gobierno estadounidense. "Mi libro es un making of de la aberración humana y un reconocimiento tardío a unos patriotas que pusieron su vida en peligro por pensar ingenuamente que estaban salvando el mundo", cuenta su autor.
los informes, que acreditan más de doscientas pruebas nucleares, fueron desclasificados en 1997 por Hazel R. O'Leary, secretario de Energía Nuclear de la Administración Clinton. Pero sólo una persona del entorno de Hollywood como Kuran podía acceder a dicho material sin levantar sospechas. "Cuando trabajas en la industria basta que tengas una acreditación colgada del cuello para que te abran las puertas de cualquier sitio", confiesa el cineasta. "Muchas de las fotografías las encontré por pura casualidad y algunas de las películas que conseguí recopilar no son más que descartes de metraje inservible".
Tras los atentados del 11-S, George Busch decidió que las películas y fotografías de la fiebre atómica volvieran a los cajones como material confidencial. Sin embargo, Kuran ha seguido sacando a la luz las imágenes de un oscuro capítulo de la historia del que apenas existe testimonio escrito. "La única forma de evitar que un monstruo de esta naturaleza vuelva a despertar es mantener fresca la memoria. Volver con frecuencia sobre la brutalidad del Holocausto, el desvarío del proyecto Manhattan o la ignominia de Chernóbil".
En las fotografías y películas rescatadas por Kuran podemos ver cómo una detonación a más de 30 kilómetros de distancia le vuela la visera a uno de los cámaras. Él no lo sabe, pero su cuerpo acaba de ser atravesado por una radiación mortal. La misma de la que se intentan proteger con unas sencillas gafas de sol los asistentes a un improvisado cine en mitad del desierto de Nevada. "Nadie sabía las consecuencias de una bomba atómica. En cuanto se pulsaba el botón todo estaba fuera de control", asegura Kuran. El Lookout Mountain Studio, que registró 210 detonaciones atmosféricas y 850 bajo tierra, se encargaba de analizar el efecto de los megatones sobre una casa, un autocar escolar e incluso en animales. "Existe el testimonio de un camarógrafo que aseguró haberse visto los huesos de su mano durante una de las explosiones".
Con motivo del 25 aniversario del ataque de Hiroshima, Kuran visitó la zona cero dentro de un programa de la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes). Tenía 15 años y le costaba creer que aquel lugar hubiera sido el escenario de una bola de fuego de 6.000ºC de temperatura que produjo una onda expansiva con vientos de más de 1.600 kilómetros por hora. "Nos llevaron a ver la zona cero, el museo de la ciudad, la Cúpula Genbaku, el puente Miyuki... Y me di cuenta de que aquella historia no había sido bien contada. Me sobrecogió el contacto con ese pueblo tan castigado históricamente por la devastación nuclear, y, de alguna manera, me he sentido siempre en deuda con ellos".
Kuran estudió cine en la Universidad de California y se especializó en diseño de efectos especiales. Desde entonces, su carrera ha estado vinculada, de una u otra manera, al fenómeno "bélico". Empezando por su irrupción en Hollywood a los 21 años como uno de los responsables del proceso de animación de La guerra de las galaxias de George Lucas y siguiendo por el estreno en 1995 de un impactante documental, Trinity and Beyond, sobre el desarrollo de bombas atómicas en el Laboratorio Nacional de Los Álamos.
Trinity fue el nombre de la primera explosión nuclear de la historia, la que el 16 de julio de 1945 marcó el comienzo la era atómica. "Tanto en el caso de la ficción como en el de la más increíble de las realidades para las que he trabajado he seguido el mismo patrón: mostrar a la gente lo que nunca habría podido siquiera imaginar". Hoy los turistas peregrinan a un obelisco magmático de tres metros y medio que marca el hipocentro de aquella bomba en un llano a 56 kilómetros de la localidad de Socorro, en Nuevo México.
En 2002 Kuran recibió el premio de la Scientific and Engineering Academy por el desarrollo de una técnica fotoquímica aplicada en Trinity and Beyond que permite restaurar el material fotográfico afectado por el tiempo y la radiación. Su patente del RCI Process genera un elemento intermedio de la película con el color restaurado, de grano fino y con una excelente retención de detalle en las sombras. "Lo cierto es que Hollywood se ha sabido aprovechar de todo lo que ha rodeado a las pruebas nucleares con nuevas lentes, formatos de fotografía y técnicas de rodaje".
El "escuadrón de la muerte" de aquel estudio secreto del Hollywood dorado de los cincuenta no vio compensado su valor con salarios desorbitados o pagas extraordinarias. Es más, muchos se sintieron auténticos privilegiados por poder asistir en primera fila al espectáculo de luz y color que seguía a las explosiones. Por algún extraño motivo, los experimentos nucleares terminaron por hacerse un hueco en la cartelera y entre las viñetas de los superhéroes de la época. Muchas de las poblaciones cercanas a los hipocentros eran alcanzadas por una tormenta de destellos que generaba extraños cristales radioactivos a su paso por las arenas del desierto más próximo.
El misterioso fenómeno congregaba a una multitud de curiosos a los que la violencia de los megatones avanzando en la distancia no parecía asustar. A menudo, estrellas de Hollywood, como Marilyn Monroe o James Stuart, ejercían de maestros de ceremonia en cintas que servían de manuales atómicos a los senadores y congresistas o informaban por la televisión sobre los efectos de la onda expansiva en las casas. En la ciudad de Las Vegas algunos letreros luminosos quedaban hechos añicos en mitad de la noche bajo un sol aterrador. "Y ya sabe lo que ocurre en estos casos... Cuanta más intensa es la luz, más oscura es la sombra que proyecta".

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